No se puede comprender la historia de Tegucigalpa sin el cine Variedades, así de simple, con el tiempo, y muy entrado el VHS y luego el DVD y su pasmosa piratería, el cine fue decayendo y se aferró con uñas y dientes a la cotidianidad que el mismo ayudó a construir… Memoria prodigiosa, esa forma de vida que es el cine, siguió dándonos recuerdo tras recuerdo y hoy recordamosEl último día del Cine Variedades“, artículo del blog de Fabricio Estrada y que reproducimos a continuación:

“El uso es la humanidad de las cosas” (José Luis Quesada -poeta hondureño)

Cada vez que pasábamos frente al extinto Cine Clámer, Esteban miraba hacia las ruinas de luneta y me decía: “papí, aquí recuerdo que me dijiste que viste tu primer película”… y sí, una vez se lo dije, mi primera película fue Pinocho, ahí mismo, en 1979, cuando tenía 5 años.

La primera película que Esteban vio fue en el Cine Variedades, al igual que mucha gente desde su inauguración en 1914. No se puede comprender la historia de Tegucigalpa sin el cine Variedades, así de simple. Con el tiempo, y muy entrado el VHS y luego el DVD y su pasmosa piratería, el cine fue decayendo y se aferró con uñas y dientes a la cotidianeidad que él ayudó a construir. Memoria prodigiosa, esa forma de vida que es el cine, siguió dándonos recuerdo tras recuerdo.

Gracias a su neurálgica ubicación (calle peatonal, centro de la ciudad), los públicos siguieron llegando hasta que sólo quedamos un contingente de nostálgicos que hacíamos la rutina antigua de ir a comer al Duncan Mayan (ya cerrado) o a la Terraza de Don Pepe (aún abierto) para luego entrar a la primera tanda de la tarde los sábados o domingos.

El Variedades cerraba sus ojos y nos metía a sus sueños.

Y así, sin mediar palabra, sabíamos que si no seguíamos llegando el Variedades quedaría ausente, en un coma profundo. Ayer llevé a Esteban a ver “Avatar: el maestro del aire”, y la sala estaba relativamente concurrida. Nunca imaginé que estaba siendo partícipe del cierre de un ciclo enorme en la vida de Tegucigalpa: hoy, Oscar Estrada, el compañero cineasta, llegó con la mala noticia de que habían cerrado para siempre el Variedades.

Nos quedamos de una pieza. No lo podíamos creer. Al regresar a casa junto al cantautor y compañero Fernando Rey, Esteban y yo nos acercamos a la cortina bajada del cine, y como en una especie de muro de los lamentos, miramos cómo se demontaba la taquilla, la cafetería y los displays. Eran las 6 de la tarde y pocos, muy pocos transeuntes mostraron la mímima reverencia ante los funerales de gran parte de la memoria de la ciudad.

Los que se acercaron y que después fuimos un coro mudo y doliente, compartíamos anécdotas y la gran tistreza que se estaba inaugurando en esos momentos. Un anciano, hombre sencillo y profundo, casi entre sollozos me insistía que eso no podía estar sucediendo. Un muchacho -con su mochilita de albañil- estaba como estatua y nos miraba insistentemente cómo buscando respuestas.

Uno de los que se acercaron -con gestos de avesado cinéfilo coleccionista- le pidió a un trabajador que desmontaba el mostrador del pop corn que le regalara un carrete vacío y el hombre, conmiserado se lo dio. Ni cortos ni perezozos, nosotros, Fernando, el poeta Roberto Benítez (que pasaba por ahí) y yo le pedimos más carretes, si acaso quedaban. Y sí, las últimas vértebras redondas del variedades nos fueron entregadas, casi como los últimos restos del sueño, de la memoria.

Permanecimos unos minutos más, dolientes insomnes. Le expliqué a Esteban lo que estaba sucediendo y le pedí que jamás olvidara este día en que le tocó ver extinguirse al más antiguo cine de la ciudad entre luces y polvo. Esteban tiene 5 años, y estoy seguro que jamás lo olvidará.

Quería llorar, yo quería llorar, y Esteban, conmiserado lo hizo en lugar mío, desconsolado: él recordando ayer (me decía que ese era su cine favorito) y yo, recordando todos los ayeres de mis tantas vidas en el sueño de ese antiguo y ahora ausente Variedades.

No hay duda que de ahora en adelante, todos en Tegucigalpa llevaremos en nuestra memoria, un Cinema Paradiso para la eternidad.

F.E.


10 Responde a “El último día del Variedades”

  1. Nous avons acheté une caisse de différents cidres chez vous l’automne dernier. Nous en avons bu plusieurs bouteilles, mais il en reste encore deux. Avec le temps ces bouteilles de cidre rosé tranquille sont devenues effervescentes avec un goût trés bizarre. Est-il possible de faire quelque chose avec ce cidre fermenté ou pas ?

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