Para los que somos de familias que por décadas han sido habitantes de Tegucigalpa no nos es extraño escuchar en el seno familiar sobre los recuerdos de quienes se iban a patinar al Parque La Leona, bellas historias que La Otra Honduras nos trae para el deleite de todos.

Hoy nos toca de nuevo viajar en el tiempo. Y lo haremos de la mano de don Jorge A. Berlíoz, quien nos dejó este relato en la Revista Extra del año 1972. A quienes recién pasamos de los cincuenta seguramente nos traerá a la memoria otro entretenimiento ya desaparecido: Patines Plaza…

Se llama heroica a Tegucigalpa por los fieros combates de cerro a cerro y de calle en calle que hombres de pelo en pecho escenificaron en el teatro de su belicosa historia; el relampagueo de los machetes y el estallido de fusiles, pistolas y granadas les parecía a los combatientes fiesta de banderolas platinadas y de petardos de feria, que entre gritos de guerra acallaban quejidos. Después del festín de fuego  y lucha de gladiadores los valientes bailaban como alegres gitanos en las festividades pascuales y de año nuevo en las mismas calles y plazas donde antes habían combatido, como si no hubiese pasado nada.

Tegucigalpa no ha sido la ciudad deportiva del país que ha dado grandes satisfacciones a los capitalinos desde Daniel Buestillo (Buchillo) y Erasmo Velásquez en fútbol y Héctor Pineda Ugarte (Mango) y Marco Antonio Ponce en béisbol que son semillas de las buenas cosechas que en deportistas ha tenido el país, así como en Atenas y en Roma lo fueron los discóbolos y los aurigas.

En el correr de los años veinte, Tegucigalpa tuvo uno de los esparcimientos más agradables y muy saludables en las famosas patinadas en el parque La Leona, donde las muchachas de piernas hermosas rodaban veloces bajo sus pies los patines por y sobre las subidas y bajadas de deslizador cemento, ahí estaban todas las tardes las que hoy son abuelas en parejas con los varones que hoy son viejos verdes que hacían demostraciones en ágiles exhibiciones para finalizar a la hora del regreso acarreándoles los patines a sus Dulcineas. Allí concurrían las grandes y las chicas de apellido Lardizábal, Barahona, Callejas, Guilbert, Romero, Inestroza, Montís, Mejía, Zúñiga, Becerra, Ugarte, Sempé Beltrand y Sequeiros, hoy señora de Pinel, nos robaban una preciosa tarde de patines.

Y ahora, Usted también lo sabe.


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