La bajada del Hotel Honduras Maya me supo siempre a pasadizo mágico, una cuesta alineada de árboles que parecen abrazarnos antes de cruzar el puente San Rafael, puerta trasera al Casco Histórico de Tegucigalpa. Vendedoras de flores y bananos permanecen allí hasta hoy, como centinelas que ofrecen, en el color de sus flores y el aroma de nuestra fruta emblemática, una fracción de la inmensa riqueza de los dones que guardan estos rincones llenos de recovecos y cargados de memorias.

Callecitas Empedradas

Amo entrañablemente este puñado de cuadras apretadas entre el cerro de El Picacho y la última curva que da el Río Choluteca antes de continuar su paso fuera del Distrito Central. En cada calle de este casco histórico vive un recuerdo, por cada piedra salta una memoria, y por la curva de cada cuesta se desliza al menos una anécdota ocurrida desde tantos años atrás. Recuerdo cuando era muy niña, vivía en una de las cuestas que suben a La Leona desde la Ronda. Mi bisabuela Adriana Valle Lazo, última de la estirpe que nació en la hacienda “Los Corredores”, después el Hotel Honduras, y hoy el Edificio Midence Soto, frente al Parque Central. Mientras vivió allí con sus baúles, sus recuerdos y un gato de angora, mi abuelita peinaba sus cabellos de plata cada martes en el salón de belleza ubicado en la esquina del Parque Finlay, cerquita de la casa de doña Meme Chavarría, quien me preparó para mi primera comunión, quien era la madre de doña Nelia Chavarría y la abuela de la mezzosoprano Melina Pineda.

Mamama, como llamábamos a nuestra bisabuela, era idéntica a Sara García, leyenda del cine mexicano, al punto que la detenían en la calle para pedirle autógrafos. Tierna y dulce, jamás se dejó abrazar por sus nietos, no fuésemos a arruinar su peinado. Esos cariños si me los permitió siempre mi abuela paterna, Guillermina Rodríguez, hermana del general Roque J. Rodríguez, quien vivía del otro lado del Río, en la sexta calle de Comayagüela. Ella me llevó de la mano por la puerta principal del Casco Histórico: el Puente Mallol. Nunca olvido aquella vista desde la Calle Real, las fachadas de la Casa Presidencial, el Banco Central y el Congreso Nacional, edificios que representaban en aquel entonces un triunvirato de poder. Lo cruzamos más de algún domingo hasta llegar al Parque La Concordia, mágico jardín, repleto de réplicas de pirámides Maya, estanques con patos y tortugas, caminitos y jardines alineados de hortensias y rosales, donde vendedores de pirulines y mango verde, tajaditas y espumillas nos antojaban a cada instante.

Mis Callecitas Empedradas

En la neblina de mis recuerdos aparece también una cancha de básquetbol que se me confunde en la cabeza con la que permanece en uso en el Parque La Leona, más arriba. Hasta este día, los puentes y parques del Casco Histórico guardan magníficos recuerdos de mi infancia y atrevidos momentos de mi juventud, cuando caminaba libremente por esos sitios conociendo de cerca la poesía de Juana Pavón (o “la loca”, como le dicen), quien solía pasarse de tragos en un bar clandestino en el callejón de El Olvido, otro de mis rincones privados de este maravilloso rincón del planeta tierra. ¡Tantas historias! ¿Por dónde comienzo?


15 Responde a “Mis Callecitas Empedradas”

  1. Es una belleza recordar tiempos pasados donde todo era felicidad, sin temor a los asaltos o secuestros. Todo era tranquilidad en los barrios, las colonias y las calles. Jugar libremente en vacaciones y disfrutar con los amigos del barrio los baños en el Río Choluteca, etc.
    La felicito por su artículo y sígalo haciendo… saludos sinceros.

    1. Mil gracias por sus palabras Herberth, me creía sola brincando por estas memorias. En cuanto cierre mi edición en curso, comparto una segunda. Mil gracias!

  2. Era hermoso, yo recuerdo el parque el obelisco. Mis padres, nos levaron a mis hnos y ami al cine decimayaguela a los matines, y despues ibamos al parque el obelisco a padar el domingo y conos en la delta bellos recuerdos yna la distancia siempre lo extrano

    1. En la calle Real mi abuela nos llevaba a comernos un granizado en la Delta, otro de los rincones famosos de Comayaguela. Mi abuela paterna me llevó una vez ( y a mi FASCINABA también) hasta lo mas profundo de “el mero mercado”. Ella jamás tuvo reparos en mostrarme la realidad de mi ciudad en esos rincones que bullen de actividad económica. Hasta la fecha, esos recuerdos me disparan la imaginación.

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