Creo que pocos recuerdos quedan tan patentes en la mente como el de volar por primera vez en un avión o verlos hacer acrobacias, no podemos menos que recordar el reciente pasado cuando los aviones de nuestra Fuerza Aérea causaban sorpresa y admiración de quienes los contemplábamos, aunque fueran presagio del cambio de algún jefe de estado, pero nuestra historia al respecto, sacada de los Anales del Archivo Nacional, se remonta más atrás:

Ayer, entre las dieciséis y diecisiete, el intrépido aviador italiano Enrico Massi hizo su segundo vuelo en el aeroplano “Lempira”, desde muy temprano, el entusiasmo del público era manifiesto, gran número de personas se trasladaron al campo de aviación de Toncontín, otras se instalaron en La Isla, en el Parque La Leona y en las azoteas de los edificios centrales, se tenían noticias de que Massi haría en el espacio una serie de sorprendentes evoluciones y no se quería perder ni un solo detalle de las hazañas del joven y valiente conquistador de las alturas…

El tiempo se presentó propicio, despejada la inmensidad, sereno el horizonte, y los dorados resplandores del sol poniente hacían un marco luminoso al gallardo pájaro de acero que enfiló de sur a norte, elegante y majestuoso, con gentiles balanceos de coquetería seductora, cuando la máquina llegó sobre el centro de la población de Tegucigalpa, cuando millares y millares de espectadores dirigían sus miradas escrutadoras al celeste sitio en donde el Lempira evolucionaba, Massi dio principio a sus difíciles juegos de acrobacia que ejecutó con admirable limpieza y con valentía incomparable, provocando en el público entusiastas exclamaciones de admiración y a veces ahogadas de miedo, cuando el aparato revoloteaba como un pájaro herido o cuando hacía violentos descensos, cual si buscara su centro de gravedad… Después de permanecer por algunos minutos el aparato sobre la ciudad, retornó al sur, alcanzando entonces una mayor altura y haciendo otra vez rápidas evoluciones para la admiración de los espectadores que anhelaban de entusiasmo en los campos del Toncontín. Terminada esta brillante jornada de aviación, Massi hizo otear la máquina sobre las sabanas de aquel sitio, haciendo un magistral aterrizaje, que le valió estruendosas ovaciones.

Esto nos lo narraba el desaparecido Diario El Cronista. Allá por 1922. Nosotros, los de ahora, hemos llegado casi a perder la admiración por esa magia hecha realidad que es el vuelo. Sin embargo ahora, Usted también lo sabe.


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