Aquellas Semanas Santas…

A través de las décadas las celebraciones de la semana mayor han cambiado dramáticamente al punto que para algunos el término Semana Santa carece de sentido, ya que el propósito del feriado que se tiene para estas fechas dista mucho de un momento de recogimiento espiritual, todo cambia y hoy cada quien escoge hacer las acciones que quiere…

Y es que todo ha cambiado, me contaba mi mamá que allá por el primer tercio del siglo XX, cuando ella estaba pequeña, era impensable dejar de ir a las procesiones, una solemnidad extrema donde hasta la vestimenta era de enorme recato y muestra de dolor, chales, chalinas, vestidos de negro en señal de luto, multitudes siguiendo las procesiones, familias enteras, muchos llorando al imaginar la pasión de Cristo, y que ni se le ocurriera a un niño de esa época decir que no quería ir a las procesiones porque segura macaneada le tocaba, no importaba si había sol intenso y era necesario hincarse en los ardientes adoquines, todo había que hacerlo con fe y determinación…

Ya pasando a mi experiencia propia, mis primeros recuerdos son muy lindos ya que mi tío Jorge me llevaba a “tuto” a las procesiones y de plano que tenía una perspectiva privilegiada, recuerdo que lo que más me gustaba era ver a “La Verónica”, como movía sus colochos cuando quienes la cargaban hacían las carreras con ella en los hombros…

El tiempo pasó y aquellas enormes cantidades de personas en las procesiones iban menguando al punto que competían con la gran cantidad de personas que visitaban las salas de cine donde Ben Hur, Los 10 mandamientos y El Manto Sagrado eran las únicas tres opciones, ya se sabía que era Semana Santa, esas películas eran acontecimientos asociados.

Y que decir de la comida, no había negociación que hacer, sopa de pescado seco y cualquier tipo de marisco, ¡Ni quiera Dios alguien pidiera un jugoso filete de carne!, mejor era conformarse con unas “Chica Pica” o unas “Madrigal” socando que trajeran esa mágica llave con la cual se abrían las latas, caso contrario a usar un cuchillo o uno de los complicados abrelatas de la época.

Pero el punto no es quejarse ya que a pesar que muchas tradiciones han bajado de popularidad, siguen vivas, y Tegucigalpa está haciendo un magnifico trabajo en la recuperación de ellas, hoy un nuevo atractivo llama a multitudes a presenciar las procesiones, las Alfombras de Tegucigalpa. trabajo de miles de personas que el Viernes Santo alcanza su propósito, enorme trabajo donde el arte y el amor son manifiestos en cada metro de ellas…

¡Nos vemos el viernes en Tegucigalpa!