Existen hermosos recuerdos de un mercado que quedaba al paso de los que vivíamos en La Leona y zonas circunvecinas. Era un edificio de dos pisos que en sus alrededores el olor a tortilla recién hecha era como un magneto para el hambre; ventas de fritas de elote, tortillas con quesillo, chales y fustanes y a saber cuantas cosas más.
Desde la formación de Tegucigalpa el sitio de Los Dolores fue donde se fueron localizando las labores de compra venta de enseres, vegetales, granos y todo lo necesario para la manutención de la población, lugar donde bajaban los indios de las montañas del Piliguín, el Hatillo y La Tigra, trayendo sus matates de granos, flores y verduras para vender. Toda esta actividad comercial obligó en 1920 a las autoridades municipales a construir el primer mercado de Tegucigalpa, el cual erigieron de madera y justo frente a la plaza de la iglesia Los Dolores.
Una década más tarde se construyó al este de la plaza un edificio de materiales pétreos donde de forma organizada se podían encontrar cualquier cantidad de ventas de sombreros de junco, monturas y fajas de cuero, delantales, chales, fustanes, cafeterías y sin faltar la mesita con una rueda de la fortuna donde un tipo nos sacaba el pisto a los cipotes haciéndonos creer que ganaríamos los grandes premios que mostraba y al final solo salíamos cuando mucho con una bolsa de sorpresitas de dulces de anís.
El mercado original fue diseñado con todas las de ley y constaba de dos edificios comunicados por medio de un puente peatonal a nivel del segundo piso que cruzaba por encima de la avenida Jerez. En dicho puente estaba un cuerpo elevado donde era izada nuestra bandera nacional. Este puente fue demolido en la década de los 60, quedando habilitado como mercado únicamente el edificio construido más al norte y el que pasaría a mejor vida a mediados de la década de los 70, una obra monumental que partió de cero y terminó en cero.
Como dato curioso, cuando cursaba la clase de Concreto II en la facultad de ingeniería, mi maestro, el Ingeniero César Barahona comentaba que la losa del mercado era una antítesis de todas las teorías relacionadas con el comportamiento de losas de concreto ya que el grosor de dicha losa no permitía que existiera continuidad en los refuerzos de varillas de acero, aparte de que dichas varillas no estaban amarradas a las vigas perimetrales, dicho en palabras “cristianas” la losa “estaba en el aire y era solo soportada por la delgada sección de concreto de las orillas.”
Usted dirá ¿y qué con esto?, pues que en el segundo piso se localizaban las bodegas de granos, pilas de sacos uno sobre otro que ejercían un peso increíble sobre esa delgada losa de menos de 10 centímetros, una losa que fue reforzada con claras de huevo, sí, claras de huevo y una pequeña parte de cemento en su composición, ¡vaya que se las sabían todas los constructores del antiguo Mercado Los Dolores!
Y como memoria del comercio en el mercado Los Dolores, una de las canciones que miles hemos aprendido de niños, Los Inditos.
Non pas du tout, je fais pluss.
You two are just the sweetest! My hubby took me out for Indian food last night too. Mostly because there is a restaurant in our apartment building lobby and it was too snowy and cold to go anywhere else, but it was delicious!
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