Ante tragedias, han habido momentos en los cuales la ciudadanía en general se ha unido en bien del prójimo. El huracán Mitch es la prueba más reciente, tiempo en que miles de nosotros nos despojamos de individualidades, dejamos nuestras casas y salimos en ayuda de desconocidos. Lo mismo ocurrió en todo el país, cuando el huracán Fifi azotó el país, afectando algunos lugares más que otros, como es el caso de Choloma.

Choloma ha sufrido en varias ocasiones - Foto La Tribuna
Choloma ha sufrido en varias ocasiones – Foto La Tribuna

El Efecto Choloma

En días recientes, la desolación llegó nuevamente a Choloma y no fue un suceso meteorológico: fueron acciones que lograron la pérdida de miles de espacios de trabajo y de millones de lempiras, hechos de los que nadie se hace responsable y todos señalan a quienes no son ellos.

En ese ambiente confuso, los cholomeños dieron un enorme ejemplo del cual debemos aprender.

Los cholomeños se convirtieron en ejemplo

Los actos se resumen en una frase: “no quedarse de brazos cruzados, no esperar que otro lo haga, no dedicarse a quejarse y de una vez tomar acciones de beneficio colectivo.”

Ellos se unieron, se organizaron, trazaron metas y comenzaron a hacer.

Y mientras tanto en el centro de Tegucigalpa…

Han ocurrido tantos sucesos en nuestra ciudad (no solo a causa de la violencia que se generó en estas ultimas semanas) que parece, a veces, que estamos ante verdaderas crisis perennes en las cuales las acciones ciudadanas son las últimas en verse. De hecho, no se ven.

Todos nos quejamos porque las calles amanecen llenas de basura, pero dejamos nuestras bolsas de desperdicios toda la noche en la calle a disposición de los pepenadores. Comemos un churro y la bolsa va para el piso porque en ese momento no se encontró un basurero al alcance…

Todos nos quejamos porque ciertos sectores lucen olvidados y con fachadas de viviendas que lucen fantasmagóricas, pero no les damos una mano de pintura, no ponemos una tan sola macetera en los balcones, aplaudimos a quienes rayan nuestras paredes y edificios públicos porque cuando la prensa calla las paredes hablan…

Todos nos quejamos porque existen embotellamientos y la marcha vehicular es lenta en las estrechas calles del centro, pero todos nos estacionamos donde queremos, justificamos a camiones repartidores porque se nos es más cómodo para hacernos de bienes, nos sentimos felices y exigimos que los buseros se paren en el lugar donde se le ronca la gana al usuario, hacemos filas para comprar en puestos que invaden las vías públicas, nos paramos a negociar el taxi sin siquiera darle celeridad a la misma…

Todos nos quejamos porque en algunos sectores el alumbrado público es deficiente, pero celebramos cuando vemos a alguien destruirlos al guindarse en ellos…

Todos nos quejamos porque no hay áreas verdes y espacios de esparcimiento público pero celebramos la destrucción de monumentos, gritamos porque las autoridades impiden el acceso a vendedores ambulantes y contaminantes, y si somos dueños de negocios le ponemos la música a todo volumen para atraer a compradores haciendo con esto que el espacio sea invasivo e insoportable…

Todos nos quejamos por todo, pero no hacemos lo que nos corresponde. Si así hubieran actuado los cholomeños, su ciudad y centros de trabajo serían un basurero nauseabundo. Ellos tomaron mano e hicieron lo suyo, no solo quejarse. Pero bueno, esta también es una queja.


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