Thomas Alba Edison encendió la primer lámpara con filamento de carbono en Nueva York, el 27 de octubre de 1879 y después de ese año la transformación de un mundo iluminado por candelas comenzó a ser reemplazado por alumbrado eléctrico, Honduras se integró a la adopción de esa nueva maravilla y en 1894 el Señor McEntee solicitó el derecho exclusivo para explotar por 20 años la Empresa de Luz Eléctrica y Fuerza Motriz, esta solicitud a pesar de haber sido aprobada para poner a funcionar el sistema en Tegucigalpa y Comayagüela, no prosperó, por lo que dos años más tarde se realizó una nueva propuesta de contrato a través de los señores Guillermo McDonald y Alberto Harrem, la que tampoco dio resultados.
La fortuna y el progreso se le negaban a los capitalinos quienes tenían que conformarse en continuar utilizando lámparas de aceite en sus calles y en las casas, mientras en San Juancito ya se contaba con la primer planta eléctrica de Honduras y Centroamérica; este atraso comenzaría a cambiar en 1897 con la creación de la “Empresa de Luz Eléctrica” con un monto de 80,000 pesos, siendo Tegucigalpa y Comayagüela los primeros primeros lugares a electrificar.
Para 1899 se fusionó la Empresa de Luz Eléctrica y la Junta de Aguas de Tegucigalpa y Comayagüela, organización que se mantendría como responsable del servicio hasta 1957 con la creación de la ENEE, el gran despegue fue en la década 1930 – 1940, cuando se expandió el servicio a los barrios Buenos Aires, Morazán, Sipile, Colón, Concepción, Socorro, El bosque, Templo de Suyapa, Hacienda Nacional, El Zamorano, al Palacio del Distrito Central y el Hangar de Toncontín. Además se repararon y/o mejoraron varias plantas eléctricas, contándose entre ellas las plantas de Cedros, La Paz, Siguatepeque, Comayagua, Yoro, Danlí y Sabanagrande.
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