El último Alcalde Mayor Colonial de Tegucigalpa, don Narciso Mallol, era famoso por su carácter violento. Nuestro programa de hoy, que sale de las páginas del libro de don José Reina Valenzuela “El prócer Dionisio de Herrera”, nos da una pequeña muestra:

Herrera y Mallol cultivaban una estrecha amistad y aunque eran polos opuestos en política, tenían varios puntos coincidentes, porque el Alcalde Mayor era hombre recto, de una sola pieza y apegado a la ley tanto como Herrera. Sin embargo, los trabajos de éste disgustaban a Don Narciso, cuyo carácter agriado por una penosa enfermedad que le minaba paulatinamente, no le permitía hacer ninguna clase de reflexiones y “creía que Herrera le era deudor de muchas consideraciones por la estrecha amistad que cultivaban y que por esta amistad no debía emprender nada que era contra el orden establecido”.

En una de las reflexiones patrióticas, Herrera se violentó tanto, que al exponer su pensamiento acerca de cómo debería procederse para lograr la emancipación, hizo mención a Mallol con dureza cuando alguien le argumentó que la autoridad disponía de muchos medios para sofocar cualquier brote de insurrección. El Prócer, respondió con energía que él no proponía la violencia pero que, en caso de ser la única forma de adquirir la libertad, estaba seguro de que el Gobierno colonial no podría mantenerse en pie porque carecía del apoyo del pueblo y que de nada servirían los arcabuces y los sables porque no se encontraría hombres para dispararlos.

La noticia llegó a oídos del Alcalde Mayor por boca de Ignacio Jirón, quien el 8 de enero de 1821 le refirió que “Herrera había osado amenazarlo hasta con emplear sus propias manos”.

Esto le produjo tal cólera a Mallol que cayó redondo, sin sentido a los pies de Jirón.

 

Estos eran los albores de nuestra independencia y ahora, Usted también lo sabe.


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