El “Coloso” capitalino, como muchos le llaman al Tiburcio Carías Andino fue el último estadio de las capitales centroamericanas en construirse. Al iniciarse la construcción todas esas ciudades tenían instalaciones para albergar a miles de espectadores; Tegucigalpa, en cambio, se había conformado con pequeñas canchas, en un tiempo cuando el béisbol y el fútbol compartían la preferencia entre la población, y donde no existía “un deporte rey de los hondureños.”

El fomento al deporte era una de las principales tareas en las administraciones del Doctor y General Tiburcio Carías en cuya gestión se tomó la decisión de construir un estadio de acorde a la altura de las otras capitales del istmo, decisión que llevaba consigo el problema de la simpatía compartida por dos deportes, lo que obligaba a que la obra a diseñarse debía satisfacer las necesidades de la población por igual. Fue así que el diseño fue congruente con dicha realidad y se realizó haciendo un estadio con doble propósito, para la práctica de béisbol y fútbol.

A los que conocen el estadio en la actualidad quizá les cueste imaginar cómo era que la cancha se adaptaba para ambos deportes, y el diseño fue bastante ingenioso ya que el diamante para la práctica del béisbol se instaló en la parte norte del estadio y para ello se ideó que la portería de fútbol fuera desmontable de forma tal que podía ser retirada cuando fuera necesario; con el tiempo dicha dualidad de funciones terminó cuando se habilitó el Parque de Pelota Lempira Reina Zepeda el que se localiza en la parte sur del estadio Tiburcio Carías.


Una Respuesta a “El Estadio Nacional era para Fútbol y Béisbol, aunque usted no lo crea”

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