Quien llega a Tegucigalpa se da cuenta de inmediato de las bellezas arquitectónicas que rodean el casco histórico. Todas las edificaciones tienen  un enorme valor dentro de la historia del país, que pese a los diversos cambios que exige la modernidad se conservan íntegros para el deleite visual de los lugareños y visitantes.

Pero, en el centro de la ciudad se encuentra uno de los monumentos más relevantes e imponentes de la tradición de la Iglesia Católica y la sociedad en general, un legado formidable que tiene más de 417 años de estar al servicio de los fieles, sus estructuras y techo han cobijado a millares de personas que han llegado en busca de la Palabra del Señor, de un bautismo, comunión, confirma y bodas, o porque no para despedir a un ser querido fallecido, nos referimos al  templo colonial “San Francisco”.

Luis Sánchez, Historiador y Catedrático de la UNAH, explica:

 “Fue ahí en donde funcionó por primera vez la Universidad Nacional Autónoma de Honduras, recordemos quien la fundó fue un Padre franciscano, el presbítero José Trinidad Reyes”.

“Esta es una de las primeras Iglesias de Tegucigalpa, es una construcción gestionada por la Orden Franciscana, de hecho, aquí también funcionó un importante convento. La construcción está enmarcada en un estilo renacentista. Las construcciones que tenemos en Honduras hasta finales del siglo XVI e inicios del XVII están enmarcadas en esa tendencia que era la moda en Europa, esta es una de las Iglesias de mayor antigüedad para Tegucigalpa, seguida de la Iglesia de San Francisco de Comayagua” 

El Licenciado Sánchez compartió, además, algunos estudios que señalan el importante legado religioso que la comunidad franciscana aportó a la sociedad capitalina, a continuación lo reproducimos:

“Catorce años después del asentamiento de los españoles en el sitio que Pedro de Alvarado dio en Repartimiento a Álvaro Gil con el nombre de Tegucigalpa, llegaron a la población llamada entonces Real de Minas de San Miguel Tegucigalpa, los frailes de San Francisco, procedentes del Convento de Comayagua.
Devotos como eran los vecinos del Real de Minas, se avocaron con los frailes para solicitarles la fundación de un Convento o casa de recogimiento que diera los frutos deseados y predicar por medio de sus religiosos la palabra del evangelio.
No tardaron los ofrecimientos del vecindario; así fue como resolvieron pedir al Padre Custodió Fray Nicolás de Vargas suplicándole que solicitase autorización al Padre Provincial y a la Real Audiencia para que se fundase el dicho Convento.
Ante las gestiones de Custodio, el 15 de Abril de 1592, el Presidente de la Audiencia Licenciado Don Pedro Mayen de Rueda, concedió la licencia a Fray Nicolás de Vargas, que inmediatamente de notificado, se traslado de Comayagua al Real de Minas acompañado de tres conventuales y, llegado que hubo, consultó con los interesados la manera de realizar la obra, siendo tanto el entusiasmo que Francisco Venegas dio 100 tostones; Diego Juárez, una campana con valor de 100 tostones y 50 tostones reales; Diego Hernández, otra campana de igual valor, un ornamento, casulla, alba, ara y misal y 50 tostones más; Fernando Núñez, dio 20 pesos de minas; Luís de Archiaga, cien tostones; Carlos Ferrufino, 100 tostones y Alonso Rodríguez Bravo otros 100.

Además, estos últimos como heredero el uno y Albacea el otro de Cristóbal Rodríguez Bravo, cedieron las casas que fueron de dicho difunto y que estaban hacia el Oriente; cercanas al linde del monte, encargándose de hacer la entrega formal de la propiedad, Don Antonio Luís de Rueda, Administrador General de las Minas de Tegucigalpa, lo que efectuó el 30 de Abril de 1592.
Ese mismo día como todo estaba listo y en señal de posesión, Fray Nicolás de Vargas, acompañado de Fray Gil de Figueroa, de Fray Alonso de Padilla y de Fray Bartolomé Vásquez, cantó Vísperas y al siguiente día dijeron Misa, intitulando el Convento y la iglesia que había de construirse con el nombre de San Diego.

Poco a poco, a medida que el Real de Minas prosperaba con el sentamiento y vecindad de nuevas personas que venían en busca de trabajo y ocupación, la zona se fue poblando siguiendo el trazo de la población ordenado por el Alcalde Mayor Capitán Don Juan Lobato, es decir que para mediados del siglo XVII se advertía ya la ruta que la que hoy se llama Avenida Colon, entonces denominada Calle de la Amargura y de !o que es ahora la Avenida Paz Barahona, que se llamaba por entonces Calle de Los Horcones o Calle La Plazuela, quedando así el Convento involucrado al núcleo de la población minera.

El 1 de abril de 1731, llegó al Real de Minas el ilustrísimo Obispo Fray Antonio López de Guadalupe, de la Orden Seráfica, y allí, viendo la necesidad y ruinoso estado del Convento de San Diego, tomo la determinación de edificar a sus expensas el viejo Convento, haciéndolo mucho más fuerte y capaz que la humilde morada que tenían los frailes de su Orden, el cual fue terminado junto con su iglesia, cuatro años después; en enero de 1935.
Las obras fueron emprendidas rápidamente. Ya no se trataba de una edificación de bahareque, sino de piedra y ladrillo, siguiendo planos determinados que eran característicos de !a Orden Franciscana en América. Una torre muy hermosa distinguía la nueva edificación y en ella se colocaron las campanas obsequiadas allá por 1592 por los vecinos devotos. Hizo construir el Obispo Guadalupe el bello y lucido retablo sobredorado, adornándolo con imágenes de Santos pertenecientes a la Orden Seráfica; hizo venir de México la estampa de Nuestra Señora de Guadalupe que entronizo solemnemente, todo lo cual todavía luce mostrando la patina del templo, en la modesta iglesia de San Francisco.

Los religiosos franciscanos siempre fueron amantes de las letras y  del progreso,   fue por  eso que se informaron pronto de los deseos del vecindario para abrir un establecimiento de enseñanza en el que pudieran sus hijos aprender a leer, escribir y contar así con elementos de moral y catecismo.
Allí aprendieron las primeras letras, nociones de Gramática Latina, elementos de aritmética, escritura. Moral y religión. Todo iba muy bien, pero en 1804, en el mes de Abril el Padre Murga y el Guardián Gabrielin fueron llamados el uno a Comayagua y el otro a Guatemala, vino a reemplazarlos Fray José Antonio López, hombre de edad avanzada y muy instruido, quien al verse solo, se vio obligado a cerrar el Colegio. De nada sirvieron las gestiones del Ayuntamiento de la Real Villa y de los vecinos principales que ofrecieron toda su cooperación, púes el Padre López dijo que su edad no le permitía dedicarse a la enseñanza, que estaba solo en el Convento y enfermo. El establecimiento fue clausurado a mediados de 1804.
Los vecinos recordaban este suceso con gran cariño y esperaban que algún día aquel esfuerzo truncado, floreciera de nuevo y con buenos frutos.
No en vano esperaron la reapertura del establecimiento educativo. En 1832, los vecinos y la Municipalidad de Tegucigalpa, invitaron al Presbítero Don José Trinidad Reyes para que sirviera las clases de Gramática Castellana y Gramática Latina, y aquel virtuoso fraile en compañía del Presbítero don Miguel A. Bustillo, comenzó a enseñar tales materias a la juventud de la ciudad con muy buen suceso.
Pero las clases tuvieron corta duración y las puertas del viejo Convento volvieron a cerrarse.
El 19 de Septiembre de 1847, la ciudad entera vistió sus mejores galas: ese día por la mañana, en la iglesia de San Francisco, se inauguró la Academia Literaria de Tegucigalpa pionera de lo que hoy es  Universidad de Honduras, a los actos asistieron  el Presidente del Estado Doctor Don Juan  Fernández Lindo y el ilustrísimo Obispo de Comayagua el Doctor Don Francisco de Paula Campo y Pérez.
Esta es la historia resumida del histórico templo, el mismo que luce completamente restaurado y recuperó su torre inicial que a mediados de los años sesentas fue demolida para ampliar la avenida Colón.
Hoy sigue en el recinto el mismo silencio, el mismo retablo mayor y sus altares laterales y las imágenes que han desafiado  el paso del tiempo. Sigue de pie enfrentando la historia y albergando a los seres que ahí acuden para hablar con Dios.

Texto extraído de  FIDES

Foto de portada de El Heraldo


4 Responde a “La iglesia San Francisco, una de las más antiguas de Honduras”

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