Una nueva modalidad de lo que llamaría teatro callejero ha empezado a manifestarse en el centro de Tegucigalpa, las estatuas vivientes. Estos artistas sumamente maquillados que se hacen pasar por maniquí o estatua, pensaría cualquiera ser una tarea sin sentido, no hacen nada, sin embargo, al verlos tenta detenernos, admirar, y en mi caso fotografiar; estas personas inmóviles parecieran casi hipnotizar a algunos de su audiencia.

El truco en estarse quieto a mi parecer es identificarse con el público, que logre detenerlo, que observen y donen dinero. La semana pasada vi a dos de esos inanimados en el Paseo Liquidámbar, ambos empleaban disfraces y atentaban desarrollar personajes. La primera, una joven vestida de hada que me recordó a Campanilla en aquella película Disney de Peter Pan de los años cincuenta, y el segundo, otro joven con porte de intelectual.

Las poses que son como una combinación de tensión y relajación pueden durar varios minutos, cuando hay cambios de postura, estos se realizan como en cámara lenta. Y sí alguien da una propina, un leve gesto, una mirada o sutil reverencia.

Una inusual forma de ganarse la vida, en mi breve lapso de contemplación, quizás 5 minutos, observé unos cuantos donar pesitos por el espectáculo, en lo personal, me agradó más la chica alada, cinco Lempiras para ella y dos al erudito.

FOTOS Y TEXTO DE DON SAP Y PAPIYAKO de SkycraperCity


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