Sin duda alguna que poco a poco el centro de nuestra ciudad está recibiendo la atención de autoridades, organizaciones, inversionistas privados y ciudadanos que creen que merecemos vivir en espacios dignos, claro que falta mucho por hacer pero es meritorio mostrar con júbilo los pasos que uno a uno se están dando, transformando espacios lúgubres y sombríos en sitios de arte y belleza que invitan a disfrutarlos y ojalá también inviten a protegerlos lo que no es precisamente labor de las autoridades, es de todos por igual.

¿A quién le dan ganas de pasar por ahí?

Miles de capitalinos hemos bajado y subido por una de las gradas de la Hoya, bueno, en tiempo pasado por supuesto porque desde que el Mitch destrozó el barrio estas gradas simplemente representaban lo que se puede observar, un paso nauseabundo y sucio al cual evitar, escalinata que en vez de llamar creaba rechazo y miedo del transeúnte, realidad que hoy podemos decir que pasó a mejor vida gracias a la intervención urbana del Banco Interamericano de Desarrollo, BID, en conjunto con organizaciones como los jóvenes de Casa Alianza, la Fundación Glasswing, Vuelve al Centro y la Alcaldía Municipal.

El mismo espacio, ¡ahora sí paso por ahí!
El mismo espacio, ¡ahora sí paso por ahí!

Las gradas se han recuperado, limpiado y embellecidas sus paredes con arte que hace agradable el paso, detalles simples pero que en conjunto cambian el concepto que a primera vista daban, trabajos que de cuidarse lograrán incorporar ese espacio al tránsito cotidiano de vecinos y visitantes.

Paredes como esta abundan en el centro, espacios donde la pintura y el repello poco a poco van cediendo con la gravedad y el paso del tiempo, que si las vemos en conjunto son solo evocaciones de tristeza y abandono, y ese es precisamente uno de los mensajes que se envía con lo que se hizo en ese espacio, darle vuelta a la tristeza con alegría y color.

Un mural que lo puede interpretar como quiera, pero que le cuenta de forma gráfica que el color es sinónimo de vida, una lluvia de color que los niños de nuestra ciudad merecen, espacios que ellos bien entienden son para ellos, que son lugar para jugar, para ser felices en libertad.

Juguemos rayuela o cubramonos del sol nuestra cabeza con la sombrilla

Obras que muchas considerarán pequeñas son simplemente un llamado a la colectividad, un llamado para que todos seamos capaces de darle lo mejor a nuestra ciudad, de cuidar, de estimar y por qué no, espacios donde podamos ser niños una vez más.

Hay mucho por hacer, y como dice Estrella Peinado, especialista en desarrollo urbano del BID, ¡Vamos con todo!


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