Tener un televisor hoy en día es lo más normal del mundo, cosa que no era así hace 60 años, una experiencia inolvidable así como el puntito que aparecía en la pantalla al apagar la televisión, pero dejemos que La Otra Honduras nos cuente de los inicios de esta maravilla de la tecnología mundial en los hogares de Tegucigalpa:
El amigo Ricardo Cortes Levi publicó ayer en su espacio de Facebook este hermoso relato que hoy quiero compartirles, ya que refleja una realidad desaparecida -esa “otra” Honduras que nos tocó a muchos vivir-, y que ahora añoramos. Está hecha de cosas sencillas, de amistades duraderas, de juegos de calle, de buena vecindad…de tiempos que no volverán. Espero que lo disfruten tanto como yo:
El 15 de septiembre de 1959 las escuelas y colegios, carrozas y unidades militares cambiaron su recorrido tradicional y ésta vez pasarían frente al edificio donde comenzó a operar Canal 5, éste se encontraba al lado sur de la avenida Colón en la proximidad del edificio de Los Ministerios, justo donde se encontraban las instalaciones de Unión Radio y Radiópolis en los años 60s, las cámaras y micrófonos fueron colocados de tal forma que pudieran captar el desfile y fue así como la primera transmisión de Honduras se llevó a cabo con los actos de independencia que las cámaras allí instaladas lograron captar, ignoro cuanta gente logró ver dichos desfiles en televisión porque nadie tenía receptores. Supongo que algunas casas comerciales instalaron televisores en lugares estratégicos para que la gente pudiera ver.
No hay duda que ese día empezaron a verse cambios en los diferentes vecindarios de nuestra querida Tegucigalpa de 1959; lo mismo estaba ocurriendo en el resto del mundo. Con la noticia publicada en los periódicos El Cronista, El Día y El Correo del Norte la gente de mejores ingresos corrió a platicar con sus esposas para “colegiar” la compra de su primer televisor en Tegucigalpa. La señal no llegaría a San Pedro Sula hasta mucho tiempo después, el empresario Francisco J. Yones era el que se encontraba mejor preparado, ya que él había vendido todo el equipo de transmisión a los empresarios de Canal 5 y sabía que la venta de televisores RCA y Philco sería lo siguiente y sería de locura.
No obstante, aun la gente de mejores ingresos pensaba mucho antes de hacer una compra, ya que lo comprado debía durar muchos años, todo se lograba con mucho esfuerzo, y un receptor de televisión vendría a ser el que acapararía toda la atención familiar aunque la gente no lo sabía aún.
“¿…Dónde lo vamos a poner?” era lo que se preguntaban las señoras distinguidas; hasta buscaban su mejor tapete bordado y el mejor de los floreros para colocarlo encima de su nuevo y elegante televisor Philco blanco y negro, pantalla gris de 19″.
“En el cuarto no lo va a ver nadie, tiene que ser en la sala para que haga juego con los muebles.”
“¡¡¡CUIDADO!!! no lo vayan a conectar en esa toma,” advertía el papá de Jorgito, “es 220. Lean bien las instrucciones en el manual no lo vayan a quemar.”
“Hubieras traído un técnico para que le instalara esas antenas.”
“Se ve difícil,” y …”¿Quién está allí en la ventana?”, preguntó el papá.
“Están todos los cipotes del vecindario,” contestó la señora con un gesto orgulloso, levantando la nariz. “Esperando que lo encendamos, ¡te vieron meter la cajota!”
Entre ellos estaba yo, esperando ver que encendieran el nuevo aparato de la casa de Jorgito, pero me estorbaba la cabezota de Miguel porque era más grande que yo. Habíamos dejado de jugar todos al ver que del vehículo estacionado frente a su casa bajaban una enorme caja con el dibujo de un televisor y decía Frágil. No había duda era un televisor.
Finalmente jalaron el botón de encendido y vimos como la pantalla después de un minuto se iluminó y ante la expectativa mirada de todos vimos miles y miles de puntos negros y el sonido como del agua cayendo sobre una lámina. Regresamos a jugar uno a uno decepcionados, y no fue hasta el día siguiente que nos amontonamos nuevamente en la ventana de Jorgito para ver una película… Rin Tin Tin, el cabo Rusty y su perro pastor…qué belleza, me costó dormir esa noche pensando en la aventura que acababa de ver en el televisor del vecino. Llegué contando a mi casa maravillado. Al día siguiente tenían apagada la TV donde Jorgito, pero se regó que en la casa de doña Juanita también había televisor nuevo y dejaban entrar con tal que te sentaras en el suelo sin hacer bulla.
Esperaba con ansias el anuncio de chocolate “Pancho Pantera” porque salían muñequitos y volaba. Con el tiempo nos conocían en todas las casas de mis amigos que tenían tele (que solo eran como 3)
“¿Nos da permiso de ver televisión?”
Nunca dijeron que no, espectacular vecindario. No fue hasta 1963 cuando llegué de la escuela que encontré en la sala de mi casa la caja que decía Frágil General Electric y otra caja que contenía una mesa con ruedas …”¡Eh!, ¡Pelé Pelé Hurra!”. ¡¡Qué chorris de tele!!! … nos duró 16 años.
Y ahora, Usted también lo sabe.
Que buen comentario ameno y muy parecido a lad experiencias mias con el dichoso t.v. me alegra saber que podemos deleitarnos con esas buenas historias.
Tuvimos suerte quienes gozamos las apacibles tardes tegucigalpenses jugando landa, chiminicuarta, pelota, escondite, rayuela…Me tocó el corazón el niño que no pudo dormir tras ver Rintintin…hoy tantos niños (y no tan niños) viven frente a la pantalla, y se les va la vida de programa en programa. Yo quisiera creer que estos tiempos volverán…
lindo relato nos hace remontarnos a la niñez todo muy parecido buenostiempos aquellos mmmque vuelvan
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