Dice Ariel Merlo que la partitura es el vehículo mediante cual presentamos la música. Al igual que los autores paranoicos trasmiten conocimiento en sus libros, la historia del músico se escribe en pentagrama.

Me pregunto. ¿Cuál será la partitura de nuestra tierra? ¿Quiénes irán a leer las notas de estos días, a discernir el ritmo actual, la musicalidad y la discordia del panorama cultural que apenas descubrimos?

Y nosotros, artistas, capitalinos, hondureños, ¿qué le contribuimos a esta partitura universal? A cada uno se nos ha regalado un instrumento para deleitar: ¿lo estamos haciendo?

El mundo nos observa: nuestra audiencia está captiva, y es nuestro deber montar el espectáculo.

Ariel Merlo

Hablando de espectáculos, tuve la ocasión de robarle unos cuantos minutos al Maestro Ariel Merlo, joven artista cultivado en este Centro de vueltas y callecitas, de vida ruidosa, de nosotros. La plática gira en torno a la Sonata III, su obra más reciente.

¿Cuándo comenzaste a tocar el violín?

Estudio música desde muy pequeño, y hace mucho tiempo que práctico con el violín. Siempre he estado entregado a la música. He vivido fundamentalmente en este mundo de la música de mi cabeza.

No sé cuándo realmente comencé a tocar; creo que al final, la experiencia la vas ganando con el paso del tiempo, para poderte considerar poderoso para tocar, ¿verdad?

 Contanos de la Sonata III.

La Sonata III es una abstracción, de lo que significa ser un músico que vive atado y escribe partituras.

Cuando presento un performance poético, cuando presento una sonata o elaboro una pieza, se elabora en una partitura, en un pentagrama, y se escribe para que las personas en el futuro puedan volver a interpretarla.

Es una cosa bien de músicos, verdad. Existen grabaciones y todo eso, pero no es lo mismo, porque en la partitura podes plasmar ideas muchísimo más elaboradas. Podes jugar con armonías y ritmos y podes experimentar. Es como el lienzo del pintor.

Un día me levanté en la mañana, muy temprano, y me puse a tocar, a tocar nada más, a fantasear, a improvisar. Con la Sonata III, quería presentarle algo nuevo al público de la ciudad. ¿Como podía innovar? ¿Cuántas partituras habían sido escritas en la historia del hombre? No tenemos ni idea, no podemos calcular.

Decidí que mi tercera sonata sería exactamente eso: una improvisación en forma de sonata, que yo mismo no supiera lo que iba a tocar en el justo momento, que me agarrará por sorpresa, que tuviera ese encanto de la sorpresa, que tuviera esa sensibilidad del no saber, y que de repente te enfrentaras con el público y—porque podes sentir la energía del público. Hay doscientos ojos mirándote, y eso te transmite una energía.

¿Hay una base para la Sonata III?

La partitura realmente es un poema. Un amigo poeta me explicó que la poesía no es solo escribir, plasmarlo en el papel. La poesía es todo, vive en todo: en los rayos del sol, en las plantas, en la luz. Algo tan grande como el arte, el espíritu magno del arte, la poesía. Y de la poesía y el arte, es como si se casaran y tuvieran a sus hijitas: la música, la plástica, la escultura, el performance, el teatro…

Este poema, la Sonata III, abre la posibilidad que cualquier persona la interprete. Porque la partitura de la Sonata III no tiene notas, solo está escrito un poema.

Entonces, ¿ya hiciste el primer experimento?

Ya la interpreté el 22 de septiembre, en el Museo Para la Identidad Nacional. Un éxito total, una interpretación fascinante para mí, que cuando la escucho, yo mismo me sorprendo de las capacidades, y de la simpleza de algunos momentos que la música se torna.

Porque la música está más allá de un metrónomo, de estar afinado, de un beat, de estar a tempo. La música es otra cosa, y al final, los artistas tenemos el deber de reflejar esa energía. Mi medio es el violín.

Lo interesante también es que, como no tiene notas, cualquier persona puede interpretar la Sonata III de Ariel Merlo, si se les place. Al final, es una cosa universal. Quería universalizar la música, con esta pieza.

Ariel Merlo

¿Cómo describirías tu carrera en Tegucigalpa? ¿Qué define tu trayectoria musical?

Yo pasé de mirarme en una crisis existencial muy grande, a decir: hay un público muy grande caminando frente a mí. Es un público inesperado. Yo vivo en El Centro; estas personas no podían visitar una sala de concierto todos los días. Consideré que no podía convencer que la gente fuera, todos los días, entonces yo fui hacia ellos.

Empecé a tocar en la calle, y fue increíble. Lo recomendaría a todos los músicos. Si quieren probar lo que es, como le dicen, “echar riata”, váyanse a la Peatonal. Eso forma bastante el carácter humano del artista.

Gracias al Museo Para la Identidad Nacional, empecé a involucrarme más en este movimiento artístico. Y empecé a trabajar con personas dentro del movimiento—Marta Ynestroza, Susan Arteaga, Agalta Montes de Oca, Toivo Oksat, ahora estoy trabajando con Marcela Lara y Angélica Paz—y para diferentes actividades, como en los Festivales del Centro.

 ¿Cuáles son tus sueños?

Mi sueño es que aquí en Honduras podamos pasar de próceres políticos a próceres artísticos. Que podamos hacer esculturas y plazas en nombre de Rigoberto Paredes, de Amanda Castro, Juan Ramón Molina, de Santos Arzú Quioto, de Ariel Merlo…

Que los artistas podamos llegar a ser próceres. Obviamente cuando ya trascendamos, y empecemos a formar un sentido de orgullo nacional, y no por partidos políticos ni equipos de futbol, sino por cosas intangibles, que son universales y para siempre, como el arte.

 ¿Un consejo a un joven Merlo, a un artista?

No tengas miedo. Busca ayuda, y movete.

 ¿Hay ayuda?

Si. Está Vuelve Al Centro, y el Museo [Para la Identidad Nacional] y MUA. Confíen en Honduras. No tengan miedo. Al final es posible. Alemania no necesita otro violinista. España no necesita otro violinista. Honduras necesita un violinista, un violinista hondureño.

 ¿Quién es un artista hondureño que admiras?

Luis Landa. Me encanta su obra, que denota mucho trabajo, y un concepto sólido y que tiene una perspectiva de la belleza bien interesante, exquisita. También admiro a Adán Vallecillo, una persona con una decisión, de hacer arte y no mirar atrás.

Creo que esa misma decisión la tomó el Maestro Ariel Merlo, y creo que todos los hondureños le agradecemos el nunca mirar atrás.

Ariel Merlo

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