Hablar de Chinda Díaz es hablar de historia. Un clásico entre los clásicos capitalinos fundado en 1960 por doña Gumercinda, “la Chinda”, Díaz, quien durante más de 30 años dirigió el destino de esta panadería y consagró el éxito gracias a sus buenos y muy buenos panes dulces.

El Lempira que come siente gran respeto y admiración por estos profesionales de la cocina y amantes de la cultura gastronómicia que diariamente trabajan duro para hacer disfrutar al mundo con sus deliciosas elaboraciones. Unas elaboraciones que, como es el caso, cumplen ya más de 50 años.

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Recetas que respiran historia, productos e ingredientes de la tierra y conocimientos y buen hacer que hunden sus raíces hasta el nacimiento mismo de Honduras, generación tras generación. Porque pese al traspaso que sufrió la panadería hace ya varios años, lo cierto es que las recetas se mantuvieron, lo que ha permitido que el Lempira haya podido probar los mismos panes que sus padres, madres, abuelas y abuelos. ¡Historia viva!, una auténtica espectacularidad.

Y más aún, si como fue el caso, uno prepara el disfrute de los panes dulces de Chinda Díaz con café de estricta altura cultivado a 1700 metros en Santa Bárbara, el café Finca La Huerta (campeón de la taza de le excelencia 2013). Definitivamente se puede pedir más, pero no mejor porque es imposible… un excelso café, unos panes dulces rellenos de historia, y una buena compañía…

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Finca la huerta Santa Bárbara

– El paraiso tiene aroma a chocolate y un toque frutal. Es goloso en boca y tiene un punto de acidez que invita a repetir, y repetir y repetir… Y es que no nos damos cuenta de lo que tenemos, ni lo valoramos, ni lo conocemos, ni lo reconocemos. ¡Qué café!

(reflexionó en alta voz el Lempira que come, mientras paladeaba un sorbo de Finca La Huerta como si de un vino se tratara…)

En cuanto a los panes, una hermosa, gorda, rechonchita y contundente (literalmente pesada) semita “tamaño familiar” sirvió de contraste maravilloso entre sorbo y sorbo de café. Una semita de calidad, hecha a la vieja usanza, sabrosa y consistente (y no como esas semitas artificiales e infladas de aire de producción industrial). También una quesadilla exquisita, un borracho dulce y con (quizás excesivo) sabor a huevo, y un ponque más que rico… riquísimo sirvieron de colofón del festín.

Es pec ta cu lar.
No lo duden, hagan la prueba.

Tomado de: Lempira Que Come


4 Responde a “Chinda Díaz, un histórico del pan dulce en la capital”

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