“¿Dónde queda la Hemeroteca Nacional?”
Comienzo mi aventura cerca de lo que una vez fue el Hotel Prado (ahora una venta de ropa por mayor). Mi primera víctima es un guardia ocupado con sus deberes, masticando chicle: no me contesta la pregunta. Esta bien, prosigamos.
Cruzo el Parque Central, disculpándome con los transeúntes que caminan cara hacia el suelo—una señora me apunta en dirección del Midence Soto, un joven recién saliendo del colegio se sorprende que hablo español, alguien me dice que cerró, alguien me dice que es en el Banco Central…
Cuando finalmente llego al local de la Hemeroteca Nacional, situado en la esquina opuesta de la Antigua Casa Presidencial, estoy segura que me he equivocado. Una sala pequeña, con tres o cuatro hombres leyendo el periódico, y un papel pegado a la pared que dice: Por favor guardar silencio.
“¿Dónde queda la Hemeroteca Nacional?”
Uno de los hombres me apunta hacia atrás. Navego entre torres de periódicos antiguos, “envueltos” en fólderes manila, un paquete de treinta o cuarenta encima de otro, cada folder con un año diferente, un periódico diferente. ¿Cuántos cuentos, cuántos relatos, cuánta historia hay escondida aquí?
La respuesta: tanta que no cabe. A lado de las escaleras reside un castillo de cajas, llenas de revistas y a saber que más. Me explican que no hay espacio en las instalaciones para guardarlas adecuadamente.
También me explican que una hemeroteca es donde se organizan colecciones de publicaciones seriadas y otros documentos impresos, sujetos a cierta periodicidad. Nuestra Hemeroteca Ramón Rosa existe desde 1995, y tiene como misión investigar, rescatar y difundir el patrimonio documental de la nación.
Al subir, me encuentro en un cuarto lleno de libros empastados, más bultitos de periódicos, un ecosistema de papel y palabra escrita, un mundo de gacetas. Hay una mesa, y un grupo de directores fotográficos le dan vuelta a las páginas amarillas de un tomo anónimo. Buscan artículos sobre el Mitch.
Es difícil creer que los fotógrafos no pueden conectarse al Internet y buscar la información en bancos digitales, pero la Hemeroteca no cuenta con los recursos de escaneo requeridos para digitalizar la sorprendente cantidad de información que yace dentro del recinto. Peor aún, el cuarto donde la mayoría de los periódicos se guardan no dispone con las condiciones de temperatura adecuada. Nadia Ávila me explica que el robo de un cable dañó el aire acondicionado, y por los momentos, mantiene el aire dentro de la habitación con un ventilador de piso.
Nadia y Lesbia me reciben con una disposición amable, contestando mis inquietudes, describiendo la Hemeroteca y todo los sueños que tienen para revitalizarla. Sin importar las dificultades que el trabajo conlleva, ambas buscan mejorar la Hemeroteca y así preservar la historia de Honduras. Porque en la vasta cantidad de escritos que se esconden allí podemos tal vez comenzar a trazar la historia hondureña.
Aquí tenemos la historia viviente del país. – Lesbia Ramos, directora
Y nos hace falta esa historia. Nos hace falta la dedicación a nuestro pasado, el respeto al recado escrito, a lo que contaron erase una vez.
Ya puedo contestar la pregunta Dónde queda la Hemeroteca Nacional, y me siento un poquito más hondureña por ello.