El verdadero valor de un inmueble puede verse desde muchas perspectivas, los más mercantilistas se basan en la calidad del inmueble, su estado y características  constructivas comparativas con otras obras y estandares; pero hay un valor que simplemente no puede ser pagado con dinero, definitivamente hay cosas que no tienen precio..

Allá por 1848 Alejandro Dumas escribió una obra de arte llamada la Dama de las Camelias, obra desde donde se inspiraron películas y obras teatrales y quizá un estanco.

Una casa de paredes de adobe y de tejas por techo localizada en el Barrio Abajo de Tegucigalpa sirvió desde 1920 como local para el bar “Casa Popular” y que pronto fue conocido como Las Camelias.

Una selecta clientela, no por su perfil económico, más por su distinción intelectual, era ahí en Las Camelias donde poetas, músicos, dramaturgos y quien sabe cuantos aficionados a los brebajes del dios Baco hacían su guarida,mesas y sillas, paredes y el bar, mudos testigos de pláticas y razonamientos del más alto nivel.

Y es que todos esos sitios tienen un anzuelo, y Las Camelias tenían al Pericón, un compuesto de guaro de color amarillento derivado de las hojas de pericón del cual debía su nombre, una bebida y una esquina que se convirtió en una de las más famosas de la ciudad.

Por más de 50 años se mantuvo como siempre, a veces escandaloso con la rockola y a veces discreto, su decadencia comenzó en los años 70 cuando la preferencia de los intelectuales buscó nuevos rumbos en la periferia de la ciudad.

Quien sabe si la obra de la Dama de las Camelias fue el origen de su nombre o quizá por amores por una dama de nuestra ciudad, el ocaso llegó y con mala cabeza el edificio se demolió, un inmueble que no tenía precio, a tal punto que a pesar de ya no existir físicamente nunca desaparecerá de la historia de nuestra capital.

 

 

 


Una Respuesta a “Las Camelias, de libro a estanco”

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