Historias de la vieja Tegucigalpa que a muchos les harán retroceder en el tiempo, anécdotas que La Otra Honduras nos comparte este día:

Aquellos ricos dulces de nance

Don Raúl Lanza Valeriano también ha dejado su huella en los recuerdos que nos permitirán–en un futuro que espero llegar a ver–retomar la senda de una Honduras para todos, en donde se ame y se respete lo nuestro como patrimonio de todos. De su libro “Arrastrando Lejanías” leemos:

“Oye Marquitos, no te olvides de acordarle a Payita del pedido de dulces surtido que me vende todos los años para la búsqueda del Niño perdido, que ya se acerca. También, y si no es mucho molestarte, me le avisas a Teresita Vallecillo que esta semana me aumente el pedido de pan de agua que me manda con su hijo Juan; en vez de diez pesos, que me mande quince, pues las fiestas del Niño perdido aumentan la demanda, ya que lo sirven relleno de mantequilla a los buscadores del Niño en cada casa visitada…”

Quien así se expresaba era Ña Catarina, quien tenía una de las pulperías mejor surtidas de Tegucigalpa allá por los años veintes, exactamente en la antigua casa del Dr. Silverio Laínez, frente al Instituto Guillén Zelaya y donde hasta hace poco estuvo la frutería El Rábano.

Doña Payita era la progenitora del abogado Santiago Valladares, fallecido en Danlí, El Paraíso, y de los profesores Román y José Trinidad Valladares, de grata recordación en el magisterio nacional.

Ella fabricaba los más deliciosos dulces de aquellos tiempos en que esta clase de industria no había alcanzado niveles de consorcios como ahora.

Entre el extenso repertorio de riquísimos dulce, doña Payita elaboraba los deliciosos panes de rosa, huevitos, zapotillos, caramelos con nance, corozo o cacahuate como relleno, etc.

Marquitos Berríos, un clásico vendedor de pan, dulces y otras golosinas que con el paso del tiempo han desaparecido, tales como el pan Vallecillo, la conserva (tableta) de coco o de naranja agria, los totopostes de cuajada, las quesadillas de migajas de queso revueltas con dulce de rapadura, las rosquillas en miel con chilate y zazafrás, las montucas de gallina, la gallina en pinol de tapado olanchano, la deliciosa y tradicional carne de olla, en fin, la mar y sus conchas…

Estos manjares, elaborados en base a recetas tradicionales, tomaban mayor demanda durante las fiestas del Niño perdido que, como una prolongación de las festividades de Navidad y Año Nuevo, organizaban algunas familias de costumbres conservadoras, ya que para estos tiempos han desaparecido totalmente.

El punto culminante era cuando el ladrón que se había robado el Niño de algún nacimiento, durante las paseadas de Navidad y Año Nuevo, recibía a sus dueños para devolvérselos en medio de un fantástico festival durante el cual se bailaba de sol a sol, se comía opíparamente y se concertaban noviazgos a granel los cuales, algún tiempo después, daban sus frutos.

Y ahora, Usted también lo sabe.


Una Respuesta a “Los dulces de doña Payita y el robo del Niño”

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