Por generaciones, la tierra había sido un sitio que actuaba como un reloj. Eventos de la naturaleza se repetían año con año y le permitían al hombre identificar épocas, saber el tiempo exacto cuando sembrar y muchas aplicaciones más. Todo esto ha cambiado gracias a las consecuencias del cambio climático, cuya responsabilidad nos cubre a todos los humanos por igual, grandes y chicos. Todos tenemos la opción de convertirnos en personas cuyas acciones sean en beneficio o en detrimento de la condiciones de la naturaleza.
Esa introducción era más que necesaria para hablar de eventos en los cuales las personas no necesitábamos ser meteorólogos para saber lo que vendría en el mes de mayo, eventos que hoy ya no son aquel patrón inequívoco de una fecha como el Día de la Cruz, 3 de mayo, cuando todos sabíamos que caería una lluvia descomunal y se daba inicio a la época lluviosa en nuestro país; hoy las cosas son muy diferentes.
Los Zompopos y las Palomillas
¡Metan la ropa! era un grito que se escuchaba por todos lados como eco, miles de amas de casa que le gritaban a sus hijos que corrieran a traer la ropa tendida, un lapsus de muchos que sabiendo bien que llovería, para variar se les olvidaba…
En la década de los 70, habían dos eventos en el centro de Tegucigalpa que los niños de aquel tiempo recordamos como si fuera ayer, el aparecimiento de los Zompopos y de las Palomillas.
Yo no tenía ni idea de donde salían, pero eran nubes de ellos, justo después de las primeras lluvias de mayo…
Las insistentes Palomillas (cuyo nombre científico no me interesa conocer porque me siguen cayendo mal) eran, y siguen siendo cuando salen, una pesadilla para todo mundo. Ellas buscaban la luz y era como acto religioso que bandadas de ellas volaran en círculos alrededor del foco del comedor. Era en ese momento que uno tenía que cubrir el plato y debía estar atento de que algunas de ellas se posaran en la comida o el plato. Miles de ellas y por todos lados, algunas de color claro y otras de un negro intenso. Era en ese momento que las mamás sabían perfectamente como lidiar con ellas, ya que colocaban una paila con agua bajo el foco de manera que este se reflejara en ella y muchas de las Palomillas perecían ahogadas. Era un método efectivo, pero que de nada servía porque literalmente eran miles, imposible eliminarlas del todo.
Aparecían por todos lados y cuando perdían las alas era cosa seria porque dormían con uno y si usted tenía mala suerte hasta se le podían meter dentro de los oídos; unas verdaderas sobrevivientes porque después de semanas usted las encontraba alimentándose de los libros que no utilizaba, decenas de agujeritos que en muchos casos hicieron perder verdaderas obras de arte literario….
Otro evento era el aparecimiento de los “Zompopos de Mayo”, unos verdaderos “peso pesado” del mundo de las hormigas, individuos que llegan a medir un poco más de una pulgada considerando la envergadura de sus alas. Los zompopos, para las niñas en especial, eran un ser terrorífico ya que cuando lograban ingresar volando al aula de clases, causaban un pánico que dejaba escuchar gritos ensordecedores y provocaba carreras de evasión. Para los niños era diferente porque algunos en vez de correr despavoridos al verlos volar, más bien salían en su encuentro para capturarlos y más de alguno los ponía a pelear, una práctica nada sana pero al final era inevitable que muchos se dedicaran a eso.
Ya con el tiempo me di cuenta que en El Salvador, Guatemala y en algunos sitios del occidente de Honduras, la gente los captura, los fríe y se los come así como a las palomitas de maíz.
La baja de la cantidad de estos insectos en el centro de Tegucigalpa se debe a que la mayoría de calles que antes eran “de tierra” hoy están cubiertas de pavimento y porque muchos de los solares de aquel entonces hoy son sitio de construcciones de toda índole. Su reducción es consecuencia de la modernidad mal entendida porque lamentablemente en las construcciones se le dio muy poco espacio a las áreas verdes.
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Este año 2017, no vi los zompopos de mayo como hace un par de años, pero aparecieron en otros lados de San Salvador, y estos animalitos no fallaban para indicar el establecimiento de la época lluviosa al igual que las molestas palomillas que se meten entre el vestido y dan escozor y malestar. Su presencia asociada a lluvias indica que habrá una buena cosecha porque los suelos ya están húmedos y listos para la siembra.
Los zompopos no se comen en El Salvador, soy salvadoreño y en ningun lugar del pais se comen, en Guatemala tampoco se los comen, al menos mis amistades de ese pis desconocen ese fundamento.