Mis días de cine…

Sin duda alguna todas las generaciones tienen sus anécdotas alrededor de los cines de sus comunidades, y definitivamente que la gente de Tegucigalpa no se queda atrás, y es que en la década de los 60-70 ir al cine era quizá la principal distracción sana para todos, cines para todos los presupuestos, los más caros en Tegucigalpa y los de menor precio en Comayaguela.

Todos los cines sin excepción tuvieron sus épocas de gloria y también de decadencia, pero en cada uno de ellos se tejían historias memorables para todos.

Recuerdo el Teatro Presidente localizado en la Avenida Gutemberg, hermoso realmente, tenía dos tribunas, la de luneta y la de palco, y la diferencia de altura entre ellas era bien escasa de forma que era fácil que cualquiera de luneta intentara escalar hacia palco, pero nadie lo hacía, ahí comencé viendo películas de Walt Disney y premieres, y con el tiempo solo iba a los matinales donde casi solo exhibían películas de chinos, oportunidades que con solo 50 centavos uno se daba el lujo de ver dos películas, el Espadachín Manco, Kung Fu contra los 7 vampiros de oro, el Drunken Master y muchas otras que hacían que los cipotes una vez terminada la función se guindaran de las cortinas simulando las piruetas y acrobacias de los chinos, a mi no me costaba mucho parecer chino y muchos cipotes que no me conocían me miraban con cautela y respeto, ¡más les valía!

Otra serie de películas que hacían que se llenaran las salas eran las de las aventuras de Bud Spencer y Terence Hill, un par de individuos que recreaban historias del oeste en su gran mayoría y donde siempre el chele le ganaba las partidas al gordo; me daba risa que dichas películas fueron filmadas originalmente en italiano y los doblajes en inglés nunca coincidían con el movimiento de las bocas, pero al final todos nos reíamos de las locuras de esos dos personajes.

Y es que habían cines con películas para todos los gustos, y no se podía dejar a un lado a un sector muy importante que eran los estudiantes de secundaria que organizaban “películas” para recaudar fondos para diversas causas, el cine predilecto era “El Obelisco” donde siempre se exhibía el Fantasma del Paraíso o Woodstock y donde al interior de las salas se respiraba un tufo a moña que no podía pasar desapercibido.

Pero claro que no podía faltar el atractivo para los “adultos” y las película de sexo, que en ese entonces no eran tan explicitas como ahora, muchas de las “prohibidas” simplemente tocaban temas de romances y de forma muy discreta mostraban escenas intimas, Malicia fue una de ellas y que la exhibieron en el Variedades, y es imposible olvidar a Emmanuelle la que llevó personas por multitudes a las salas donde las presentaban, escribí “adultos” porque en realidad cualquier cipote menor de edad podía entrar, solo tenía que ingeniárselas con el de la entrada a cambio de un peso.

Al final habían opciones para todos y si no tenía pisto pues los cines de Comayaguela eran los más indicados y en donde el Cine Lux tenía la fama, que no me consta, que los que iban salían rascándose de las pulgas que se les pegaban.