¿Por qué el trazo tan irregular de las calles de Tegucigalpa?

La primera respuesta que se viene a la mente es que es debido a la topografía sobre la cual se asentó Tegucigalpa, detalle que no deja de ser uno de los factores que produjeron estos trazos tan irregulares, pero hay otros más que es oportuno conocer y que Carlos Arturo Matute de La Tribuna nos los cuenta de esta manera:

Cada semana, cada reportaje, tiene sus distintas reacciones. Los amables lectores en el exterior han vertido en sus comentarios por medio del internet, la nostalgia que les despierta ver, a través de estos escritos, las calles y senderos por los que transitó su niñez y juventud.

Otros expertos comentan -de acuerdo a sus profesiones y en sus tertulias de la tarde- lo que aquí se publica sobre la historia de donde viene el origen del ordenamiento irregular de la capital. En mejores palabras, más bien el desorden que imperó desde la génesis.

Decíamos en reportajes anteriores que es con la llegada de un nuevo alcalde mayor a Tegucigalpa, el capitán Joan Lobato, que se implementan las ordenanzas de planificación. Corría el año de 1608.

Reordena su trazado. Le da al paraje la forma “parrilla” que aún perdura en los barrios del Centro y la Plazuela. Posteriormente La Moncada y barrio Abajo.

“DAMERO”

Este tipo de planeamiento a modo de “damero” viene del “plan hipodámico”, apelativo proveniente del nombre del arquitecto griego Hipodamo de Mileto considerado como uno de los padres del urbanismo europeo.

Este profesional organiza una urbe mediante el diseño de sus calles en ángulo recto. Crea manzanas rectangulares que provocan ventajas pero también inconvenientes. Entre sus beneficios: una configuración perfectamente distinguible en su trazado vial su parcelamiento es más fácil por la regularidad de formas de sus cuadras.

Y aquí viene lo interesante. La historia registra que no es una disposición adecuada en ciudades de abrupta topografía. La fuerte pendiente de las calles de la capital es un inconveniente.

Y aquí viene el contraste. Vista en otros ojos, le pintan el paisaje de encanto, propio para bohemios, poetas y artistas. Si se aprecia con la otra óptica de la vida…la más sensible que despierta sentimientos de nostalgia y suspiros.

Para el siglo XVIII el minúsculo llano de Tegucigalpa era de apenas 50 hectáreas. Y ya rebasaba con sus cuarenta y tantas cuadras, única área propicia en el delineado recto de calles.

La Villa de San Miguel no tuvo más remedio que extenderse hacia las faldas de los cerros al norte y a las cuencas empinadas de los ríos Choluteca y Chiquito.

¿QUÉ PROVOCO?

Esto provocó una red de calles, callejuelas y callejones que en su adaptación al terreno originó muchas inclinaciones severas, otras serpenteantes. Solo da un vistazo a cuestas como la del “Perro ahorcado”, subida al barrio El Bosque.

O las llamadas “vueltas de La leona” en forma de “s” pronunciada en donde los “galones”, como se les llama a estos legendarios y “largos” buses amarillos que desde siempre han ido al Bosque y Buenos Aires.

Sus hábiles conductores hacen malabares para sortear estas estrechas curvas y llevar a sus pasajeros a su destino en los barrios altos de nuestra capital.

Otra. La subida a este sector, pero viniendo de La Ronda allá por donde el famoso “Tijuil”. O la empinada al mismo Buenos Aires que se le llamó “cuesta del Café Corona” ya que en sus comienzos quedaba aquí la fábrica de tan aromoso producto.

Y en sus alas, “las graditas” que conectan a la bajada de La Fuente por el lado de donde nació La Universidad José Cecilio del Valle en los comienzos de los ochentas. Muchos lectores de los Ángeles, California, USA que estudiaron aquí (incluido uno que se nombra “Kafú”) nos pidieron esta foto que te traemos hoy.

Mas inclinaciones convertidas en gradas y escalinatas hay por todos estos lados. Otro típico ejemplo es lo que se llamó “el barranco” de La Hoya con una profundidad entre 12 y 20 varas castellanas que se extendía desde lo que hoy son los barrios San Rafael hasta La Merced.

Las gradas que de Guajoco comunican con La Leona. Están aún, atrás del edificio Folgar. Te llevan a La Alhambra y a la casona frente al parque.

LAS PRIMERAS

Se dice que para solventar y conectarla a la trama vial colonial, autoridades ediles decidieron construir las primeras calles escalonadas o llamadas escalinatas en los barrios El olvido y La Hoya.

Misma situación con la “hondonada” del barrio EL Jazmín que se extiende hasta el suroeste de La Moncada, agravándose con su desplome en 1850. Claro, con el tiempo todo esto se ha mejorado y ampliado, pero ahí están. Para dar color a un retrato de la Tegucigalpa de ayer… y siempre.

Y por hoy hasta aquí. Hemos dejado otra HUELLA imborrable en el pedregoso camino de un ya largo trajinar. Nos leeremos, si Dios quiere el próximo sábado.

FOTO DE PORTADA DE SAP