El concepto de centro antes de los 70 significaba quizá todo el casco histórico de Tegucigalpa pero no un punto en particular, esto cambió desde el día que colocaron unos tubos de concreto delimitando lo que sería la calle peatonal.

A mediados de los 70 y gracias a la visión del Arquitecto Henry Merriam, alcalde la capital, se procedió a la creación de espacios peatonales y por ende al cierre de calles vehiculares, de inicio todo fue un desconcierto, los conductores maldiciendo el hecho del cierre y de la implementación de nuevas circulaciones y por otro lado los peatones que comenzábamos a experimentar algo completamente nuevo.

Esos tubos de concreto se colocaron en la bocacalle al extremo norte de la catedral y otros en la bocacalle del correo, haciendo lo mismo en cada calle, callejón o avenida perpendicular a ese eje, todos los colegiales procedimos a estrenar la que llamaron “La Peatonal”, algo tímidos por la novedad y porque nunca faltó un motociclista que atravesara esa calle utilizándola como atajo.

Los días transcurrieron y esa calle se transformó en lo mejor de la capital, todos los jóvenes de todos los colegios hicimos de la peatonal el punto de reunión, de tertulias, se usó como pasarela de modas y punto de cacería de nuevos amores…nació una nueva frase dentro de los capitalinos “Dar un rol por la peatonal”, algo que era tan corto como un viaje de punta a punta de la calle o tan largo como cien circuitos de ida y vuelta, todo dependía del tiempo disponible, del propósito de los caminantes y la resistencia de los marchantes.

Fue así que los comerciantes formales vieron una enorme oportunidad la que muchos aprovecharon de forma tal que se convirtieron en iconos de la década, BriK BraK, una cafetería que pronto se convertiría en referencia de direcciones, la Bola de Oro, donde vendían los tenis All Star preferidos por los amantes del basquet ball,deporte que dicho sea de paso en esa década alcanzó el más alto grado de popularidad en la historia de Tegucigalpa, México Lindo, una tienda por departamentos donde se vendía la tela de casi todos los uniformes de escuelas y colegios, en fin, una enorme cantidad de comercios que florecieron a partir del cierre del transito vehicular y de la creación de la tan querida peatonal.

Decenas de colores de uniformes de colegio se veían, algunos de ellos tapizando por momentos la perspectiva de la calle, verde por las Loras del Tegucigalpa, azul por las del María, Café por los café con leche del Evangélico, Blanco por los del San Miguel y así por el estilo, sitio donde por arte de magia las jovencitas que salieron con su cara limpia del colegio de pronto se convertían en otras, delineadores, rubor, pintura de labios a discreción y vea que lindas se ponían en segundos dejando cadenas de suspiros a su paso, una calle que era donde las jóvenes más lindas podían ser observadas y quizá con un poco de suerte contactadas.

Linda época, de absoluta libertad que solamente se veía entorpecida cuando el ejercito nacional hacia tareas de reclutamiento,  de inicio parecía una pista de atletismo por las veloces carreras que ahí se escenificaban y después la calle de un pueblo fantasma donde solo mujeres se veían transitar, entre ellas muchas madres con los ojos llorosos que apresuradas corrían tras los comandos con la esperanza de rescatar a sus cipotes.

Nunca se olvidan los roles por el centro…


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