En todas las épocas es usual escuchar, “en mis tiempos era todo mejor”, siempre sucede, las personas al madurar tienden a comparar la situación actual con sus tiempos mozos y casualmente todos coinciden que antes era mejor, así como dicen “Aquellos diciembres que nunca volverán”.

Diciembres que nunca volverán
Diciembres que nunca volverán…Tegucigalpa en los años 30

Nunca olvidaré lo que mi mamá me contaba sobre la Semana Santa de cuando ella era niña, decía que era un solemnidad increíble, la gente lloraba en las procesiones, en cambio ahora, refiriéndose a mi tiempo, todo es una chabacanada, y así, siempre todo era mejor, la vida, la tranquilidad, la navidad y cualquier concepto que se le ocurra conversar, dentro de mi decía que ella estaba equivocada porque lo que yo viví era mejor que lo que ella vivió.

Aquellos diciembres que nunca volverán

Vea usted si estoy cayendo en el mismo círculo vicioso porque yo ahora creo que en mis tiempos la navidad era mejor que ahora, creo que la celebración navideña era más familiar, de hecho no recuerdo haber siquiera dicho que quería estar en otro sitio a las 12 de la noche del 24, ni quiera Dios, era trompeada la que me esperaba además del remordimiento de no acompañar a mi gente a esa mágica hora.

Los cohetes por ejemplo, conste que estoy de acuerdo con la regulación actual; no había cipote que no quemara y creo que a la mayoría le estalló alguno en la mano y la mamá salió corriendo a ponerle pasta de dientes en la quemada, era brutal esa quemadera y siempre aparecía más de alguno que se las tiraba de valiente y se ponía los cohetes en la boca apretando la parte de atrás con los dientes con la creencia que así no estallarían, muchos terminaron bichines por andar haciendo esas tonterías.

Una humazón tremenda donde los grandes eran los encargados de quemar los morteros, que no eran como los de ahora porque parecen para matar elefantes, las luces de bengala las usaban las niñas aunque tenía un par de aleras que eran turbias y lanzaban los cohetes justo antes de que la mecha se acabara, especialmente en las guerritas donde eran unas verdaderas temerarias.

Los silvadores me daban miedo, pero fue una idea asociada a una mala experiencia de mi Tío Jorge que tenía una cicatriz en la pierna y contaba que de un Toro Fuego salió un rasca nigua y se le metió dentro del pantalón, pero aun con la historia de mi tío los encendía colocándolos en la boca de la botella de las coca colas y salían como locos.

Volcanes, silvadores, cohetes, bengalas de esas que tienen un palo, eran el orgullo de los cipotes de la cuadra que previo a encenderlos echabamos pinta a ver quién tenía los más poderosos; después de las doce cuando ya los habíamos acabado andábamos como zombies viendo y revolviendo papeles de la calle para ver si encontrábamos cohetes sin estallar, lo que sucedía especialmente con las ametralladoras.

Y qué decir de la música, en el barrio habían reservados espacios para los más pequeños, los adolescentes y los mayores, en todos esos espacios había música, sin embargo acercándose las doce, y todavía no entiendo por qué, cómo por arte de magia le subían el volumen a todos los radios y consolas de la cuadra, era un escándalo tremendo que costaba escucharse el respectivo felicidades de media noche, minutos más tarde el volumen era controlado, y eso es lo que no entiendo, si era fiesta por qué no mantenerlo igual el volumen, pero en fin, eso pasaba en todas las casas vecinas.

Y después de las 12 venía la bailada, aquel cipotero careto de pólvora bailando música de mambo, la sonora matancera o a los Falcons con aquellos diciembres, claro para el 31 era “El año viejo”, de mi parte no crean que me gustaba mucho la bailada pero había que complacer a la familia.

Con los años he llegado a entender que las cosas cambian y mis vivencias no necesariamente son mejores que las que viven mis hijos, simplemente son diferentes y cuando ellos tengan mi edad quizá dirán que las navidades de su tiempo eran mejores que las de ahora.

Saludos a todos los cipotes de la Ronda, la Pedrera, la Leona y la Fuente, cipotes de medio siglo en las andadas.


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