Mis padres crecieron en El Centro. Yo crecí escuchando sus historias. Experimentaba el mundo de la juventud de ellos a través de la ventana del carro, sintiéndome nostálgica por tiempos que no fueron los míos, y que sin embargo me hacían falta.

Me señalaban las esquinas donde esperaban el bus; las bancas del Parque Central donde se sentaban a ver la vida pasar; los edificios donde trabajaban; las casas de los amigos con jardines coloniales. Me pintaban un Centro diferente. El Centro de los 80s era punto de encuentro, paz y vida. Era anfitrión de las parrandas del fin de semana, local de compras para todos los días, calle peatonal de la capital. La Cuesta Lempira era maestra de manejo para todos los valientes que aprendían a arrancar en subida en las camionetas Toyota de aquellos tiempos. El Centro era oficinas de gobierno y de abogados junto a la antigua relojería, casas coloniales con balcones de par en par dando a la calle. Pero del centro de mis padres apenas quedan recuerdos.

frijoles

Un sábado por la mañana, mi papa dobló a la izquierda en el Guanacaste y me dijo, “Te voy a llevar a comer los mejores panes con frijoles que has probado.”

Entramos al tráfico, a los incesantes pitos, al laberinto de edificios cuyas fachadas dejaban claro que en algún momento fueron más importantes de lo que sugerían las capas de pintura desteñidas. En fin, entramos al centro que me tocó a mí, el de las calles alfombradas de colillas de cigarrillos y ventas de tajadas de plátano y zapatos de cuero. El de ruido, y policías en cada esquina y ventanas embarrotadas.

policia turistica
Fotografía de Revista Ven América

Se estacionó como pudo frente a un local pintado rojo-azul-y-blanco, los colores de La Pepsi. En las bancas de madera con manteles de plástico se sentaban codo-a-codo los empresarios con los obreros a platicar de la vida mientras de la cocina salía una muchacha cargada de canastas de plástico azul repletas de pan, frijoles y mantequilla. En la radio sonaba un merengue y los gatos de la calle se deslizaban por donde encontraban lugar.

“Siéntese amor, aquí está en su casa.”

Mi papa me llevó al famoso local, “Panecillos Juanita” a comer los mejores panes con frijoles de Comayagüela y a un pedacito del Centro que se quedó en los 80s: punto de encuentro, paz y vida.

frijoles
Fotografía por Arturo Sosa.

3 Responde a “Frijoles, Pan y los 80s”

  1. Hermosos recuerdos de una linda epoca del centro de nuestra querida capital! Pancitos de doña Juana ….. Como olvidarlos! Los mejores! Felicidads Adriana por tan linda prosa!

  2. Gracias por recordarnos esa delicia de mi Tegucigalpa,la de antaño la de mi infancia,adolescencia y parte de la adultez…vivo en la costa norte de Honduras hace más de 20 años pero no olvidamos nuestra capítal.

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