Revivamos al muerto del Cementerio General

El 28 de octubre las autoridades edilicias han anunciado que el Cementerio General está listo y habilitado para que las personas que tienen parientes enterrados en dicho camposanto puedan realizar sus coronaciones en el Día de los Muertos, una noticia de alegría momentánea en uno de los sitios que debiera ser permanente resguardado, reconstruido y rescatado.

Un cementerio que en su conjunto es una obra de arte y que resume el tributo que los vivos le daban a sus muertos desde 1877, pequeñas calles peatonales que separan bloques de tumbas desde las más ostentosas hasta las más simples, ahí yacen inertes desde los ciudadanos comunes hasta los más extraordinarios poetas y líderes de la nación, un cementerio donde se puede ir deduciendo quienes poblaban nuestra ciudad desde el siglo XIX, las familias de poder económico y los menos favorecidos con dinero y poder, las nuevas colonias de pobladores, chinos, judíos, alemanes y de muchas partes del mundo, todos sin vida pero con vidas que contar.

Enormes y pequeños mausoleos, esculturas angelicales y piramidales, pagodas chinas, estrellas de David, placas de mármol y tumbas sin leyenda, moho, hongos y olvido; de todo se encuentra en el General, un cementerio donde sus muertos han sido enterrados dos veces, una por sus parientes y otra por el olvido de quienes deberían mantener este camposanto como un lugar de descanso, como lo que fue hace más de 100 años.

Pero el problema no solo radica en el interior del cementerio, es toda la zona que le rodea, cantinas, ladrones, vagos y pachangueros, eternos vecinos de la zona que por falta de voluntad no se les ha puesto en juicio y en su lugar; un clamor de siempre que quizá encuentre respuesta en esta administración que ha dado muestras concretas que se pueden hacer obras cuando se quiere, esto lo queremos Señor Alcalde, aquí no solo están enterrados los ciudadanos de la antigua Tegucigalpa, aquí está una buena parte de la historia de la nación, personas que ya no tienen vida pero tienen una vida que contar, vidas que también sirven para ser emuladas en lo bueno y también en lo malo para no volver a cometer los mismos errores, errores de humanos que finalmente se entierran.