Una ciudad que hasta mediados del siglo XX fue independiente de Tegucigalpa tiene una historia que contar. Esa comunidad–que fue desde un inicio el sector de los “indios”–fue también el punto de encuentro del comercio y con los años el lugar donde se ubicarían sitios muy importantes.
Demos un viaje imaginario por la Comayagüela de principios del siglo pasado.

El único puente que los españoles comenzaron a construir es el Mallol, vía que además de unir a las dos ciudades fue el camino obligado para los desfiles que comenzaban en el Obelisco.

Y cómo no tener como punto de partida el único monumento que conmemoró los primeros 100 años de la independencia patria: El Obelisco, localizado en las cercanías donde se construiría la Escuela Militar.

Enormes cambios en una Comayagüela que fue cobrando aires de grandeza, edificios públicos, puentes y residencias, una nueva cara que cada día le alejaba de la de un pueblo.

Escuelas de nivel primario, La Escuela Normal, la Escuela de Artes y Oficios y otros centros de educación donde el Estado perseguía la capacitación del hondureño ante los retos del siglo XX.

Pujanza tal que Comayagüela tuvo su propio teatro años antes que Tegucigalpa, menuda competencia en ver cual ciudad se convertía en la mejor, competencia que Comayagüela perdió por malas decisiones y por el olvido que pronto le abrigó.

Hoy tenemos la obligación de rescatar la belleza de una ciudad que tiene mucho que contar, Comayagüela, la hermana olvidada y descuidada de Tegucigalpa.